Si la acción humana es el fundamento de toda moralidad, para ser el hombre primero tiene que querer vivir. Ya no se trata ahora de la acción como fundamento, esto es, voluntad como fundamento de la acción ética. Así, el nuevo principio de la subjetividad ética no es el deber, sino mi voluntad mas profunda. El querer como posibilidad, por consiguiente, implica que es de mi querer esencial, no de querer parcial o cosificado, sino del querer que radicalmente me constituye, de donde tienen que brotar mis normas y mis valores. Mi querer es mi deber y mi posibilidad, lo que el querer descubre.